Una tarde con Pity

(Publicado en El Acople, 8 de octubre de 2014)

Las repercusiones de la conferencia de prensa que Pity Alvarez dio ayer por la tarde, vienen aparejadas de adjetivos como “bizarra”, “insólita”, “desopilante”. Acá, como contrapeso, una fugaz crónica de situaciones a las que no llegan (ni se preocupan en llegar) las cámaras Foto: Cecilia Zapata León

Una, dos, tres, diez, doce, catorce personas con celulares y ganas de sacarse una foto, bloquean un pasillo lateral que a la derecha tiene una escalera que conduce a los baños, y a la izquierda, metido en un cuartito minúsculo, está Pity Álvarez. Después de haber dado una conferencia de prensa en el Antares de San Telmo (en la que explicó las razones de la demanda iniciada al sanatorio Dupuytren por filtrar su historia clínica a los medios), está acorralado, en muletas, atendiendo cada uno de los pedidos. Entre ellos, el del movilero de Crónica, quien antes le había preguntado si se acordaba cuál fue su primera “placa roja” ganada en el flash informativo del “canal de las noticias”, a lo que Pity respondió: “No me acuerdo, fueron un montón… pero una buena sería: ‘Pity le empuja el trineo a Papá Noel’”. En ese momento, la transmisión en vivo se hizo eco de la sugerencia y plantó la frase, en letras blancas sobre fondo rojo.

Marcela Crespo, quien fuera prensa/manager/mujer de Pity en las épocas doradas de Viejas Locas e Intoxicados, organizó este encuentro y ahora aprieta contra su pecho el muñeco de Yoda que le prestó a Álvarez para que lo acompañe en las declaraciones ante los medios. A su lado también estuvieron su abogado civil, César Giménez; el penalista Hernán Carluccio; el representante legal del grupo, Sebastián Queijeiro; y el Padre César, quién sintetizó los días de internación de Pity en una frase: “No estaba intoxicado, nos pedía que le compremos pastafrola”. El auto de Giménez esperaba estacionado en la puerta, ya con su mujer María Giovanonne y su primogénita Blondie (una hermosa niña de casi tres años, piel blanca, casi transparente, ojitos rasgados, flequillo morocho, sonrisa compradora y una energía inagotable para hacer percusión con sobres de azúcar, un sonajero o una pandereta) adentro, además de sus pertenencias: una pesada valija, una mochila y dos bolsas de supermercado repletas (de vasos, botellas, blisters, chocoarroz, bicarbonato de sodio, cigarrillos, encendedores…). Cuando por fin terminaron las fotos, sus muletas se cruzaron con mis pies y levantó la vista para decir: “Vení, venite con nosotros”.

La sala de ensayo de Pity/Viejas Locas está en Chacarita, de frente a una de las puertas traseras del cementerio, pero está en reformas. El coche, entonces, enfiló para Floresta, a través de la General Paz y luego la Juan B. Justo, hasta la sala en la que esperaban Mono Avellaneda (batería), Gabriel Prajsnar (bajo), Juan Pablo Puyelli (guitarra), Cristian Díaz (trompeta) y Hernán González (guitarrista, pero con el brazo derecho entablillado, impedido de tocar). Durante el viaje, sin música, Pity decía estar contento por cómo había salido la conferencia, pero pedía opiniones externas. “Me sentí como el señor Burns”, comparó respecto a la compañía que tuvo durante la exposición, lo cual le dio pie para seguir recordando secuencias de Los Simpsons.

Al llegar, soltó las muletas, se colgó la guitarra del dueño de la sala (quien luego, orgulloso, le pidió permiso para sacarle una foto tocando su instrumento), tomó el micrófono y complementó con su voz, algo cascada, lo que el resto del grupo venía practicando. Así, se puso meticuloso en los arreglos, los cortes y las vueltas de versiones de Perra, Qué vas a hacer tan sola hoy? o Nena, me gustas así. De parado, con la bota ortopédica sujetándole el lesionado tobillo derecho, estuvo atento a detalles que tornaron a sus canciones más sucias, desprolijas, punks y “cabeza” (tal como le pedía al Mono que golpee sus tachos en determinadas canciones). Pese a su accidente y necesaria recuperación del pie (que está transitando, mientras espera una fecha de operación), no le escatimó energías a su música y siguió con una seguidilla de Intoxicados: Necesito, Rodando por ahí, Un gran camping, Se fue al cielo, Las cosas que no se tocan… Por un instante se permitió una regresión a sus días de fan stone y empezó a dictar la melodía de Honky Tonk Woman, que el resto siguió hasta el final.

A medida que pasaba el tiempo, el dueño del lugar fue cancelando turnos previamente reservados de otras bandas. Enfocados, el ensayo se estiraba, lo cual era necesario para seguir aceitando la maquinaria, ya que el 2014 fue muy intermitente en cuanto a shows (“Estamos sonando para el orto”, dijo mitad en chiste, mitad en serio) y se le aproximan dos: hoy y mañana toca en Dr. Tazo, de Escobar. Cada tanto, Pity debía darle descanso al pie herido y afloraba la conversación: divagues sobre fechas y giras pasadas, sobre posibles sorpresas en el armado de estos recitales (gran parte de los mismos los hará sentado), participaciones en discos de otros (“Yo nunca le cobré a nadie para grabar en un disco o tocar de invitado”, agregó luego de recordar la memoria de su amigo Negro García López, según Pity, otro que “nunca le cobró a nadie e iba de onda a todos lados”), por sus ganas de volver a tocar en Capital Federal (tiene entre manos una propuesta para, tal vez, hacerlo en un estadio techado)…

Por última vez, el dueño de la sala de ensayo se asomó para decir “quedan 10 minutos”. Álvarez, Avellaneda, Prajsnar y Puyelli volvieron a los instrumentos, al punk rock y al dub, para terminar de repasar la posible lista de temas: Reggae para los amigos, Un secreto, Mi inteligencia intrapersonal e Intoxicado, que Pity cantó con la voz de Brian Johnson. Afuera ya era de noche, habían pasado cinco horas. Quedaba tiempo para un saludo y un deseo de pronta recuperación. “Ya estoy recuperado, ¿no viste? Pero gracias por la onda”, devolvió con una media sonrisa.