Toti Iglesias: “No le encuentro nada de malo al rock, es mejor que coger”

totipordioooooos

(Publicado en Soy Rock, #86, junio 2014)

Cambió de sala, cambió de amigos, cambió de vicios, pero no cambió de banda ni su esencia. Cristian “Toti” Iglesias sigue apostando a Jóvenes Pordioseros y a su particular manera de ser un autodidacta. Foto: Pepe Cáceres

Cae la noche del domingo 25 de mayo. Desde la Plaza de la República, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner corona varias horas de música en vivo y shows hablándole a todo el país, haciendo un llamado a la “unidad nacional” a través de la cadena ídem: típico de los últimos años, la patria se festeja a sí misma con una gran fiesta popular.

En otro extremo de la Ciudad de Buenos Aires, donde se confunden los límites de Villa Lugano y Mataderos, tiene lugar otra celebración tradicional, una que se repite cada año desde hace veintinueve. El Ciudad Oculta Rock es un festival callejero y a beneficio que cada Día de la Patria reúne a las bandas más reconocidas de esa zona de la Capital: allí se escribió el kilómetro cero de Los Gardelitos, por ejemplo. O se escucharon las primeras rimas rapeadas en público de Pity Álvarez. Como no podía ser de otra manera, el fondo del escenario para este 204° aniversario de la Revolución de Mayo en la villa, es una hermosa bandera argentina con su sol guerrero. Abajo, hay otra que grita un “¡Viva la patria!”.Y arriba, uno de los actores principales de la movida, Cristian “Toti” Iglesias junto a los Jóvenes Pordioseros: una base rocanrolera y poderosa compuesta por Juanjo Gaspari (guitarras), Leonardo Raffa (bajo), Gustavo Zorry (teclas) y Lucas Fiorentino (batería), a quienes les alcanzó hora y pico de show lleno de hits (“No la quiero dejar”, “105 y 3”, “Nunca me enseñaste”, “Descontrolado”, con Diego, el cantante de Cola de Pato como invitado…) para calentar el aire y levantar un buen pogo sobre el asfalto de la Avenida Eva Perón. Trapos vieja escuela, humo de parrillas improvisadas, botellas de plástico cortadas a la mitad y reutilizadas como vaso, se mezclan con camperones de fútbol (Chicago, San Lorenzo, Racing, Boca…) y buzos de llama. Una postal de rock, digamos. “Raaaaaaack”, acentúa Toti, mientras la banda zapaba sobre los acordes de “Bailando”, la última en la lista. A continuación, se subió por una viga hasta lo alto del escenario y cuando bajó, se movió como Jagger. Ovación rolinga al riesgo pordiosero. Detrás de escena, se amucharon unos pibitos a los pies de la escalera para recibir a Toti como un héroe, como el chico popular del barrio (en el que ya no vive) que es… pero se escabulló por el otro lado y pudo salir tranquilo. Aunque alguna foto le robaron.

Seis días antes habíamos sido invitados a charlar y compartir un asado en lo que será su nueva base de operaciones: una oficina sobre Avenida Cabildo con fachada de estudio jurídico, estética de “privado” y futuro de sala de ensayo. Aquí dicen haber encontrado un lugar tranquilo y cómodo para trabajar, para terminar de delinear un próximo disco. “El entorno es mucho más chico que antes, somos nosotros, los que ves acá y es todo muy relajado. Y el Flaco está re tranquilo, haciendo bien lo que tiene que hacer”. El que hace el diagnóstico sobre Toti y su alrededor es Tucu Salomone, manager de la banda y asador, quien además da cuenta del kilometraje de Jóvenes Pordioseros en estos tres años y monedas desde que volvieron. Tras el hiato que derivó en Hijos del Oeste, un outlet pordiosero, los Jóvenes tocaron en casi todas las provincias del país, en casi todas las salas medianas & rockeras del conurbano bonaerense, Costa Atlántica y Capital Federal, con un promedio aproximado de un show por semana. En el medio, hubo un disco poco rotado y grabado con otra formación, Abstinencia (2011): si el título del álbum reflejaba un estado de ánimo y salud de Toti, el próximo, el que están preparando, se va a llamar Pánico y tiene un sentido más colectivo. “Estábamos todos con ataque de pánico, por distintos motivos. Estábamos todos empastillados, aunque ninguno sigue con eso. Nos curamos haciendo terapia en grupo”, explica Toti con una media sonrisa que lo asemeja al querido Bocha Sokol. “A mí el pánico me agarró por las drogas: cuando me volvía a ‘portar mal’, sentía que me moría, que el demonio me castigaba. No podía probar nada, ‘tengo que superar esto’, me decía (se ríe). Una vez me agarró alergia después de tomar y dije ‘no me digas que soy alérgico a la fafa… ¡me muero!’ (carcajadas)”. Ahora dice estar mucho mejor…

– ¿Cómo decís que te curaste?
– Lo hice solo, hice mi propia terapia para recuperar la salud y me sirvió, por suerte. Perdí muchos amigos por las drogas, muchos otros necesitaron ayuda… yo nunca necesité internarme, ni siquiera en los momentos más complicados. Primero tenés que ayudarte mentalmente, parar el tren, saber que ya no tenés 20 años, que la noche te castiga diferente. Hay que estar en la edad que uno tiene: si me visto como a los 18 años y la nota en vez de hacerla acá, la hacemos en Lugano, en el kiosco de la esquina o sentados en el cordón de la vereda, es mentira. No sería real si yo te vendo eso. Yo tuve épocas en donde era más importante eso que la banda. Entonces, como tampoco soy un santo, encontré la manera de enfocarme y no salir todas las noches para arruinarme. Me gusta mucho ver cine, en casa todos los días no bajo de dos o tres películas. También me pongo a mirar muchas series: “El Patrón del Mal”, “Juego de Tronos”, “Lost”, un montón. Es una manera de entretenerme y gastar el tiempo y no estar encerrado todo el día viciando. También me pongo a leer libros o artículos en Internet, para estudiar. Leo mucho o miro documentales a full, porque no pude terminar el secundario. Me informo mucho sobre historia, sobre política argentina. Hace poco, por ejemplo, vi La República Perdida y aprendí mucho. Me gusta meterme información por una cuestión de completarme y pasar el tiempo. Trato de no quedarme afuera de algunas cosas, hay que saber un poco de todo.

-¿En la composición te ayudó?
-No especialmente la data que absorbí. Pero ahora, si me pongo las pilas, en tres días, puedo hacer 15, 20 canciones. Yo no soy músico, siempre digo que soy un “expresador”, no me pasa todos los días que puedo componer. Ellos (señala a sus compañeros) tienen un vínculo más natural con el instrumento, yo no: no es que agarro la guitarra y me sale hacer un solo. Si dejo de tocar la guitarra dos meses, empiezo a pifiar, a no saber dónde poner los dedos.

-¿Cómo fue rearmar la banda?
-Yo me refugio en la banda, los chicos me dan espalda tremenda. He estado con músicos que tocaban por tocar, no tenían puesta la camiseta de la banda. Me llevó mucho tiempo rearmar Jóvenes Pordioseros porque había que encontrar a los músicos justos, que sientan lo mismo que yo a la hora de tocar, de salir de gira. Al momento de arrancar de nuevo con la banda, no sabíamos cómo nos iba a ir, si nos iba a venir a ver la gente o qué… pero lo hubiéramos hecho igual, por las ganas de tocar. En un momento, para no dejar tirado a algunos músicos, tenía a las dos bandas: Hijos del Oeste y JP, pero no se podía… aparte hacíamos lo mismo, los mismos temas. Tal vez nosotros veíamos la diferencia entre bandas, que una es más agresiva que otra… pero los de afuera veían lo mismo.

-¿Cómo es la dinámica de estos Jóvenes Pordioseros?
-Nosotros no ensayamos nunca, lo hacemos por mensaje, nos mandamos notas de voz. Pasa que tocamos mucho y tener shows casi todas las semanas es lo mismo que juntarnos en la sala. Hay bandas que quieren estar todo el tiempo juntas, compartiendo todo, pero yo prefiero extrañarlos un poco. Por ahí un fin de semana no tocamos y les mando mensajes diciéndoles que los extraño. Tenemos una banda en común que nos gusta, los Stones, y la composición de los temas ya sabemos que es estrofa, estribo, estrofa, estribo, solo, estribo y terminó… Si al rocanrol le buscas mucha vuelta o le ponés muchos arreglos, después para tocarlo se hace pesado, molesto.

-En ese contexto, ¿cómo trabajan el disco?
-Tenemos siete demos listos y se nos nota el paso del tiempo en la tocada. Va a ser primo hermano de los discos anteriores. El primero de Jóvenes, Probame (2001), puede salir hoy… por ahí mejor tocado, pero las canciones serían las mismas. Hace un par de meses largamos por Internet uno que se llama “Cindormir”. Tenemos un tema medio disco, otro va a ser un hip hop, al cual llegué escuchando Eminem, Notorious B.I.G., 2Pac, 50 Cent. Cuando nos metemos a hacer ejercicios de estilo como estos, me paso escuchando mucha música, para aprenderlo y que salga bien. Me paso cinco o seis horas escuchando música disco, o lo que sea… pero tampoco me voy a mentir: que me guste el tango o un disco de Cerati, o de los Redondos, no quiere decir que vaya a escribir como ellos. No lo voy a poder hacer, no me lo van a creer.

-¿Se puede pensar que no querés evolucionar?
-Sí, puede ser, porque es parecido pero distinto a la vez. Es difícil de explicar cómo lo hacemos, pero la clave está en las formas que utilizamos para decir las cosas. Ahora no estoy tan explícito, pero se me sigue entendiendo igual. Ahí también siento que estoy más evolucionado. Aunque nuestras letras siempre serán guasas, directas. Es nuestro estilo, no perdemos la forma en la que hablamos. Por más que estudie lo que estudie, nunca voy a dejar de hablar de esta manera.

-¿Al público cómo lo ves? De afuera parece haber bajado bastante la espuma del rocanrol, algo que tal vez le esté pasando al reggae…
-A la gente del rocanrol no le importa si sonás en la radio, te viene a ver igual porque sonás cómo a ellos les gusta. Y buscan lo mismo a la hora de ir a ver a La 25 o Guasones. Hay un recambio en el público, hay muchos pibitos. Y no hay tanto Boca- River: los pibes son más inteligentes que nosotros, que cuando éramos más pibes íbamos a ver sólo las bandas que seguíamos y las demás, ni a palos, las bardeábamos. Se les abrió mucho la cabeza, a los músicos también. También veo que los pibes que nos venían a ver antes a todos lados y capaz que arruinados, ahora están mucho más grandes, con su familia, mucho mejor de salud. Con el tiempo, la gente aceptó el cambio de formación, como en algunos casos tuvieron que entender la separación de muchas bandas, lo que es una lección para el público. La primera vez que tocamos con Hijos del Oeste en La Reina de Flores, que es como nuestra casa, entre tema y tema había silencio o nos chiflaban. Con el tiempo se acostumbraron y ahora es todo lo contrario.

-¿Cómo manejás las fantasías que puede generar un cantante de rock arriba de un escenario?
-Está en uno poner ciertas distancias: antes a mi casa venían sesenta personas, ahora no. Tenía que lidiar con que le faltaran el respeto a mi casa. El público que llevamos es como nosotros, de clase media para abajo, y son más respetuosos a veces que los de clase media para arriba. En mi casa han sido más irrespetuosos los de clases más altas que los de clases bajas.

-Los amigos del campeón.
-Yo tengo los mismos amigos de siempre. Estuve mal por muchas cosas: por amor, por guita, por vicios, y los que siempre estuvieron, fueron ellos. No tengo amigos en el rock, en la música, salvo mis compañeros y las bandas que están queriendo avanzar, que tienen otra forma de ser. No soy amigo de los que suenan en la radio o los que tocan en festivales: no les creo, no me gusta la palmada en la espalda. Yo creo mucho en eso que dice Mirtha Legrand: ‘Como te ven te tratan; si te ven mal, te maltratan’. En la noche todos los gatos son pardos, hay mucha mentira. Pero el rock no es de noche, nada más. Conozco varios pibes que no tienen remeras de bandas, no usan tachas, ni se visten con ningún cliché… y son re rockeros: trabajan de lunes a viernes y la juntan para ir a un recital, para viajar a todos lados a ver a la banda que les gusta. Pibes que salen a las 5 de la tarde de la casa y viajan 100 kilómetros para vernos, después se vuelven a cualquier hora y capaz que no duermen para ir a laburar al otro día. Ese pibe es rock, no el que va a Makena con los ojos delineados para la foto haciendo así con los cuernitos. Tampoco lo somos nosotros, ni las bandas de los festivales. Por ahí es más rockero el Potro Rodrigo, por su actitud, por hacer lo que quiere sin hacerse el rockstar.

-¿Algo de malo que tenga el rock?
-No le encuentro nada de malo al rock, es mejor que coger. Me dio muchas satisfacciones: me sacó de la calle, yo pedía monedas en la calle y tocaba la guitarra en el subte antes de vivir de la música. Conocí el mar la primera vez que tocamos en la Costa, me subí por primera vez a un avión para ir a tocar. Yo creo que me hubiera reventado igual, sin el rock. Antes de que la banda empezara a irle bien, trabajaba en la fotocopiadora de la UAI: me tomaba un par de virulos y atendía.

-Por lo que contás y describís, tenés una personalidad compulsiva más allá de lo que agarres.
-Sí, puede ser, no lo había pensado. Por ejemplo, si escucho un tango de un cantor que me gustó, ese día no me voy a dormir hasta que no haya escuchado toda su discografía, hasta no saber todo de su carrera, con quién compuso todos los temas, con qué orquestas grabó. Con la banda me pasa, también. Les mando mensajes a las 3, 4 de la mañana, diciéndoles “che, estaría bueno abrir el próximo show con este tema”. Es que yo amo a la banda, amo a los Jóvenes, amo a los chicos. Soy medio compulsivo, tenés razón. Pero así las cosas salen, cuando uno se pone en la mente algo: “Este año tenemos que ir a Córdoba”… pum, y vamos. Mi problema de compulsión con las drogas lo superé… pero tampoco es que me estoy postulando para ser el Papa (se ríe).

-¿Cómo te sentís?
-Feliz, me siento muy feliz. Está bueno, ojala que no se me vaya. A veces tengo miedo: nos está yendo tan bien que a veces me asusta. Eso es pánico, ¿ves?