Hay equipo: La banda de Andrés Calamaro

(Publicado en el S!, Diario Clarín, 15 de noviembre de 2013)

«Tal vez la mejor banda que formé en mi vida», definió Andrés Calamaro a los músicos con los que presentará «Bohemio» el 7/12 en el Hipódromo de Palermo. ¿Quiénes son? Foto: María Eugenia Cerutti

“Habría que verlo todo armado, ¿no?”. Sobre el disco del Hipódromo de Palermo, tan vacío como podría estarlo un martes a mediodía, Baltasar Comotto, Mariano Domínguez, Julián Kanevsky, Sergio Verdinelli y Germán Wiedemer lo recorren, imaginando el escenario del show #31 del Bohemio Tour 2013. Después de casi dos años sin conciertos, Andrés Calamaro cerrará aquí, el 7/12, un viaje que abarcó distintos climas & geografías nacionales (de Corrientes a Tierra del Fuego y gran parte la patagonia; La Pampa, el NOA, San Juan, Córdoba, Mar del Plata, Rosario…) y de América Latina (Colombia, Ecuador, Chile, Perú, México, Uruguay, mañana en Paraguay, luego en Bolivia…), acompañado por ellos cinco, clase 74-75. ¿Viaje de egresados? Entre risas, Julián dice que lo más rockero que hizo Mariano en gira fue comerse un chocolate después de lavarse los dientes, graficando la tranquilidad con la que se toman esta cuestión de ser “la banda en la que canto yo”, como definió AC, ponderando el talento y la trayectoria de cada uno.

En este caso Andrés ensambló por primera vez en un cuarto de siglo una banda totalmente argentina, con alto millaje de horas en vivo, ensayo y estudio con Spinetta, Indio, Fito, Ratones, Memphis, Lebón, IKV y más. “Es tal vez la mejor banda que formé en mi vida”, dijo antes de iniciar la gira. Tal vez ya pueda confirmarlo. “Nos da libertad para interpretar y que la música cambie, show a show. La única pauta es que cada uno sea quién es. Y tocar, tocar mucho”, dice Julián, quien ya le había aportado su guitarra entre 2007 y 2011. Los otros cuatro ingresaron al “universo Calamaro” a fines del año pasado, y también participaron de algunas sesiones de Bohemio. Calamaro prefiere desmarcarse del rol de “líder”, a lo que Verdinelli apunta que “nos da lugar a que cada uno tire la propia. No es común que un músico consagrado te pida que seas vos. Tal vez por cuestiones de carácter, no todo el mundo tiene la capacidad de darse cuenta de que las cosas funcionan mejor así. Y Andrés tiene una comprensión ideal de cómo debería funcionar un grupo de música y de personas”.

Julián Kanevsky, guitarrista > «Me gustaría asentarme acá»
Es argentino pero vive en España desde 1990, por lo que pudo haber sido testigo cercano del boom de Los Rodríguez, peeeero… «en ese momento estaba con la cabeza metida en el rap metal. Hasta que escuché Alta suciedad y me la partió». Iniciado como guitarrista de hardcore madridista, formó parte de un grupo de Andrés antes del parate de 2011. «Lo veo muy tranquilo, muy dedicado a cantar, a reinterpretarse todo el tiempo», compara. «Y de una banda a la otra, pienso que la española (con Candy Caramelo, Niño Bruno y Diego García) tenía un punto más rockero, mientras que con esta todo lo latino suena de otra manera, más fino». Participó de On the rock (2010), también en Bohemio y ahora se plantea como desafío «aprender a ser músico en Argentina: tocar en bares, trabajar con la mayor cantidad de músicos distintos… Me gustaría asentarme acá, me encanta el panorama musical. Yo crecí escuchando el rock nacional de Charly, de los Redondos…». Tiene un disco instrumental «del que no estoy muy orgulloso, pero es un primer paso», dice sonriendo y ya grabó un segundo, de la misma factura. «Es la música que hago para desahogarme».

Germán Wiedemer, tecladista > «Siempre admiré sus melodías»
Con un Andrés más suelto a cantar, el sonido característico recae sobre las manos de Germán Wiedemer. Como tecladista versátil, supo acompañar a los Ratones Paranoicos, a Memphis, Botafogo, David Lebón, Vicentico y Bersuit, a través de quienes le llegó el ofrecimiento de ser parte. «Siempre lo admiré como tecladista, esas melodías tan simples y complejas a la vez». Sus compañeros le dicen «Dr. Dramamine», por el medicamento al que recurre cada vez que la banda se sube al «mosquito»: el avión privado que los traslada a los shows, un lujo poco frecuente en el rock local. «Ninguno de nosotros formó parte de una banda que tuviera semejante comodidad. Es un mimo más que nos hace Andrés, nos hace sentir muy cómodos todo el tiempo». Germán tiene la enorme responsabilidad, delegada por Andrés, de armar las listas de temas para los conciertos y darle un orden a los ensayos. «Partimos desde 80 canciones, de todas las épocas, que en los primeros ensayos las pasamos todas. Ahí nos fuimos dando cuenta cuáles iban y cuáles no». El setlist varía de show a show: «Ahora estamos tocando medio disco nuevo, Armar una lista así es jodida, porque no podés conformar a todo el público».

Mariano Domínguez, bajista > «Sus canciones están en el aire»
«No era fan, pero cuando nos juntamos las primeras veces a ensayar, el 90% de las canciones ya las conocía. Están en el aire, en el inconsciente colectivo. Interiorizarme en su repertorio hizo que lo disfrute y lo vea desde otra perspectiva de artista». Mariano es un bajista que impone groove y bagaje «negro»: luego de colaborar en proyectos tan disímiles como Calle 13, Juana Molina, IKV; Diego Torres o Lisandro Aristimuño (y de editar solista El mundo de la ilusión, bajo el nombre Marianoh), llega a la banda de Calamaro no sólo para tocar, sino también para aportar voces, casi como el resto de sus compañeros: «Me gusta cantar sus canciones y sentir el coro multitudinario de cada estadio por el que pasamos. Y a Andrés le encanta que cantemos todos. La premisa es que si uno puede tocar parado, puede cantar», asegura. Mariano fue parte de IKV desde su regreso en 2011 y grabó en Chances, pero pudo haber sido de la partida mucho antes. «En el 97 o 98, Sergio (Verdinelli, que tocaba con ellos) me recomendó. Entonces no se dio, y con la vuelta tuve mi revancha… pero me terminé yendo con Andrés (risas)».

Sergio Verdinelli, baterista > «Es impresionante la data que maneja»
Al igual que sus compañeros, Sergio alza la bandera de la música por sobre todas las cosas. Habiendo tocado con Fito y Spinetta, esta es su tercera incursión como músico de un solista popular. Trabaja permanentemente con el jazzman Ernesto Jodos y tiene tiempo de llevar adelante su propio proyecto de jazz experimental, con dos discos editados: Primo y Sicomoro. Una de las cosas que le sorprenden de Calamaro es «la impresionante data que maneja. Si te quiere tirar una referencia, será con el nombre de algún disco o de una banda. Cuando se pone a tirar nombres, son más los que no conozco… «, admite. Después, hablará sobre Belgrano, el primer track de Bohemio, dedicado a el Flaco. «Es una canción hermosa, creo que es la que más me gusta del disco. Refleja el amor que Luis genera en la gente». El formó parte de su última banda, desde 2005 hasta su fallecimiento, por lo que fue partícipe del histórico concierto de las «bandas eternas». «Fue hermoso desde muchos lugares: conocí mano a mano a muchos de mis ídolos. Haber compartido tantos ensayos y juntadas fue una vivencia humana y creativamente increíble».

Baltasar Comotto, guitarrista > «Te contagia mucha confianza»
De background jazzero, diez años con Spinetta, misma cantidad con el Indio, firmó dos discos de rock (con Blindado, el último, hizo más de 80 shows, incluyendo el de ayer en el Planeta Terra), Baltasar nunca había tocado una cumbia ni había imaginado hacerlo. “Pero con Andrés hacemos algunas que están buenísimas y que disfruto cada vez más de tocar. Lo mismo con las rumbas…”, afirma quien alguna vez vio en vivo a Los Rodríguez en Prix D’ Ami, pero nunca fue fan. Se conocieron en 2008 ensayando para los shows que Solari diera en La Plata, y la admiración fue mutua: “Desde entonces siento que es un guitarrista que no se puede dejar de mirar”, definió Andrés. A fines de 2012, Guido Nissenson, ingeniero de sonido, colaborador y amigo de Calamaro, le hizo llegar la convocatoria para formar parte de este grupo y agarró viaje. Le provoca admiración “el aguante que tiene Andrés para cantar, que se banque tremenda seguidilla de shows, sin verlo titubear jamás. Te contagia de esa confianza”. Considera a su par Julián Kanevsky un verdadero maestro. “Es genial, toca de una manera que nunca antes había escuchado en Argentina, country con un b-bender”.

Andrés Calamaro, el cantante: «Siempre queremos ofrecer el mejor recital de la vida»

-Antes de comenzar la gira, en algunas entrevistas dijiste: “Tal vez sea la mejor banda que formé en mi vida”. Después de casi treinta conciertos, ¿ya lo podés confimar?
-Eso es un sentimiento y una realidad, siempre estamos mejorando cosas. Incluso el mundo esta mejorando, aunque no siempre se le note. Todos los días intentamos ser la mejor banda de nuestra vida; y yo, el mejor cantante de mi vida … Es un buen motivo para despertarse y levantarse de la cama. Los músicos no podemos darnos el lujo de vivir abonados a la nostalgia. Siempre trate de estar en “la mejor banda de mi vida” porque siempre busco músicos talentosos, no me preocupa tocar con compañeros que puedan enseñarme cosas, o me superen técnicamente. Prefiero si se roban el show.

-¿Qué destacás de cada uno de ellos?
–Estos compañeros siempre tienen mas para sorprender. Podría escribir un libro sobre cada uno. Baltasar es un guitarrista de rock con una conciencia escénica natural, poderoso y carismático. Remata el recital en los momentos estratégicos, es muy torero. Julian y Germán son enciclopédicos, son especialistas que todo el tiempo evolucionan; Julián es un maestro en el country y el blues, con una técnica prodigiosa y muy atento al sonido. Germán es extraordinario, tiene tanta música en los dedos; de New Orleans a Keith Jarret. Mariano es un bajista artista y cantante, podría tocar el “real book” o el repertorio de Stevie Wonder, al ser adicto al groove aporta una cadencia especial a las canciones de rock. Verdinelli es músico de músicos. La entrega y la creatividad que le pone a cada recital es de otro mundo. Todos son grandes compañeros para el ensayo y la convivencia de las giras; amables y dulces personas.

-¿Cómo fue el reencuentro con Julián en los ensayos y los escenarios?
–Fue solo un año entre el ultimo recital en el “”House of Blues de Chicago y los primeros ensayos. Julián llego después porque primero formamos con Diego Garcia “El Twanguero” que estaba viviendo en San Isidro. Durante el verano, Diego quiso despegar y trasladar su proyecto vital al mundo. Nos encontramos con Julian ensayando en febrero, la banda estaba sonando muy bien y Julito tocando mejor que nunca. No pasé dos años sin tocar. Terminamos en octubre, y un año después estábamos ensayando. Mientras tanto escribí canciones para “Bohemio” y diez discos más, y aprendí mucho del universo taurino y flamenco.

-¿Qué viste en Baltasar, Sergio, Germán y Mariano para convocarlos a la banda?
–Nos convocamos sin conocernos casi. A Germán me lo recomendaron los Bersuit y Cachorro, muy elogiosamente. A Balta lo conocí ensayando para Indio Solari y de inmediato sentí esa “comunicación” especial que tienen algunos músicos de rock, que comparten todo, que vienen a “ofrecerte” lo que tocan. Es como Guille (Guillermo Martin) con una ametralladora. Guillermo tenia ese instinto, una raza especial de músicos de rock. A Mariano no lo conocía, como sabia que estaba tocando con los chicos de IKV le di tiempo para pensárselo y estar seguro; ahora es un valuarte del grupo, siempre me está llamando para vernos y juntarnos a cenar todos, es muy afectuoso y desde el primer ensayo es el principal cantante. Sergio me sorprende en cada concierto, es un baterista extraordinario. Nuestro público amaba a “El Niño” y a Candy, dos superdotados y compañeros de muchos años (y todavía nos falta estrenarnos en España), pero las audiencias están alucinando con esta banda. Todos tocamos bien, pero un baterista espectacular y un guitarrista tan carismático como es Baltasar, conectan mucho con el publico. Aunque nunca hayan visto un recital de rock en condiciones. Mucha gente viene porque conoce tres canciones y las quiere cantar, pero nosotros respondemos con un arsenal de música, luces, sonido e imagen. Los aplastamos. No hay recital que no termine en el éxtasis colectivo. A pesar de lo cual, a nosotros lo que realmente nos importa es la forma en que conquistamos el triunfo.

-¿Cómo fue compartir con ellos las sesiones de “Bohemio”?
–A mi no me gusta demasiado ver como graban los demás (lógicamente, si estoy grabando con El Cigala o con Jerry Gonzalez voy a quedarme escuchando, porque se escribe la historia de la música). Estoy un poco ansioso cuando no grabo y la luz roja se enciende para otro compañero. Grabamos muy al estilo de Cachorro. Sólo hicimos una sesión tocando varios al mismo tiempo, mayormente fuimos de a uno para responder a la exigencia de Cacho.

-Tanto en los shows como en el disco estás más dedicado a cantar que a tocar teclados o guitarras. ¿Fue instantánea la confianza que te inspiraron para poder dedicarte a tu voz por completo?
–Empecé tocando el teclado, al principio hace falta una base armónica para mostrar las canciones. El año pasado nos estábamos confirmando y encontrando. En febrero/marzo empezamos a sonar realmente bien. Pero toque mucho el piano, tanto que me lesione el tendón del dedo chico. En la última gira (por España y Estados Unidos) no tocaba casi el piano (teníamos a Alpa Chino -Alfonso Perez- que es un músico extraordinario y sensibilísimo) y en los ensayos de este año casi no toqué la guitarra. Me gusta soltar los instrumentos, escuchar mejor a Germán y la articulación de la banda; pero si toco el piano. Un Roland V-Piano buenísimo, otro nivel de pianos “emulados”. Pero tiene un tacto bastante pesado y me costó los tendones de un dedo.

-Más allá de las singularidades, los estilos, los pasaportes y los nombres propios, ¿sabés si hay algo que diferencie a un músico argentino de uno español?
-No hay diferencias entre los músicos de España y Argentina. Hace unos años los españoles tenían la ventaja de tener el equipo en mejores condiciones, espero que los músicos locales hayan mejorado ese aspecto. Diego Garcia “el twanguero” es un músico admirado en el mundo entero, cada ensayo con Diego era una gloria. Tanto Diego como Julián son muy selectivos y cuidadosos con los instrumentos y los equipos que eligen; El Niño (Jose Bruno) es un samurai de la batería , Yamaha le mandaba tambores para que los pruebe y desarrolle su propio modelo: un “religioso” del sonido y la dinamica. Candy lo mismo, con sus Ampeg y su colección de bajos Fender. Muy atentos al sonido, al feeling de los instrumentos buenos. Guillermo Martin fue mi compañero adorado. Tocar con el era divertido, entrañable. Un compañero inolvidable. Allá toqué con Niño Josele y Antonio Serrano. Son músicos del mundo entero. No tiene sentido comparar músicos de España y Argentina. Acá está Gringui (Herrera) que compensa en la balanza a los músicos de Argentina con los de cualquier parte. El año que viene volvemos a España (hicimos una gira importante en 2011) y tenemos que patear culos.

-Durante la gira saludaste la aparición del “duende” sobre el escenario. ¿Qué hicieron para invocarlo?
–El “duende” es la versión flamenca del “swing”, del “no sé qué”… Federico García Lorca dedico una conferencia entera a explicarlo. Es un conjunto de cosas, y al mismo tiempo es algo invisible. Es cantar para la eternidad. Encontrar buenas sensaciones en el escenario. La conciencia pura y de algo más, siempre queremos ofrecer el mejor recital de la vida. A veces ocurre.

-Por último, ¿qué es lo mejor de esta banda?
–Puesto que las virtudes musicales están a la vista, cabe destacar la perfecta sintonía personal que tenemos. Somos compañeros y nos queremos, nos gusta compartir tardes escuchando y hablando de la música. Somos camaradas. Trabajamos juntos como amigos, no ofrecemos conflictos. Solo amistad y música.