Daland Gutiérrez: "Si no fuera un arrogante de mierda, se me complicaría"

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(Publicado en el S!, Diario Clarín, 10 de mayo de 2013)

A punto de editar el disco debut de La Armada Cósmica, frena un rato para abrir la cabeza, el corazón y dejar bien claro que no pretende ser “el hijo de”. Fotos: Martín Bonetto

Live Forever. A la derecha del cuello de Daland Gutiérrez están tatuadas las once letras que forman el título del clásico de Oasis. Se lo hizo hace un año y medio, dos, después de “un percance con sustancias y alcohol, en el cumpleaños de una amiga de mi madre. Llamaron a la ambulancia porque estaba algo desorientado, mientras mi vieja me gritaba: ‘¡Te vas a morir!’. Y yo le contesto: ‘No, I’m gonna live forever’. Así que me lo hice para recordarme de que vamos a vivir para siempre… y que hay que ser moderado”.

Daland tiene 19 años, es flaco, alto, con el pelo corto & oxigenado, usa unas gafas naranjas que lo ayudan a ver más allá de su miopía y astigmatismo, camina deslizándose, convida cerveza y habla mucho, con un leve siseo. Parece salido del casting de Trainspotting (“es una de mis películas favoritas, me influenció el cerebro”) y, como los escoceses de esa historia, vive rápido. A los 15 se instaló en la ciudad de las diagonales y mamó el “do it yourself” platense, de la mano de normA. Allí formó Thisparados, con su amigo Francisco de la Canal, y tras curtirse en el Pura Vida por dos años, la dupla viajó a Inglaterra: “Dejé el colegio para no terminarlo, esas experiencias fueron mi secundario. Para irme a la isla, vendí una Les Paul, remeras, me ayudó mi abuela…».

Se dice que las comparaciones son odiosas. Peor deben de ser si te comparan con tu padre, que encima trabaja de lo mismo y, mucho más: es uno de los más notables compositores y guitarristas del rock argentino. Luego de editar Hecho en Memphis (1993) con los Ratones Paranoicos, Juanse fue padre de Daland (en realidad, se llama Alan), asegurando así, quizás sin quererlo, una nueva generación en este rock. Su papá lo hizo socio de Boca desde antes de que naciera (“mejor ni hablemos de cómo nos está yendo ahora”), le inculcó los guantes (“mis dos abuelos fueron boxeadores y mi viejo entrena”) y le pasó el primer disco de los Sex Pistols (una de sus bandas favoritas junto a los Beatles, Oasis, Daft Punk, Nirvana, Eruca Sativa, Crema del Cielo…). Pero en realidad fue el tío, hermano de su madre, quien lo ayudó en el desarrollo de su instinto musical: “Pasaba mucho tiempo con él, que es muy fan de AC/DC y Kiss. Ahí empecé a flashear que la música no era solamente el soundtrack de mi vida, sino que yo era humano y tenía la posibilidad de hacerlo”. A partir de ahí, no soltó la guitarra y desarrolló una compulsión para pasársela tocando y componer, movido por sus ganas y su desencanto escolar, entre otros complejos adolescentes.

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Actualmente forma parte de La Armada Cósmica, un cuarteto enérgico a velocidad punk y melodías grunge que sintetiza varias décadas eléctricas de rock, a punto de editar su debut, Budapest: “Somos una banda unida por el ego, definitivamente. Nos admiramos muchísimo, nos enamoramos entre nosotros y somos personas muy egocéntricas, con influencias variadas. Además, empezamos juntos y si se va alguno, se termina la banda”. Los otros tres son Paz Miranda (bajo), Fede Bechini (guitarra) y Matías Luke (batería). Con lo aprendido en La Plata, la banda es pura acción y organiza sus propias fiestas, para tocar y pasar la música que más les gusta. La Fiesta Cósmica va por su décima edición y es el marco en donde el grupo nota su crecimiento: “Empezamos tocando para cien y ahora van trescientos, cuatrocientos, que se saben las letras: hicieron banderas, algunos se tatuaron el logo del grupo (un buda-astronauta)… Cuando vemos eso, pensamos en que tenemos que ser la mejor banda del mundo. Somos una banda que está inventando algo nuevo”.

–¿No se confunde con soberbia?
–Yo soy muy soberbio, no te voy a mentir. Soy un arrogante de mierda, pero si no fuera por eso, se me complicaría mucho en transmitir lo que realmente pienso. Y las ideas propias, sean buenas o malas, pueden cambiarle la vida a otra persona. No soy religioso, sólo creo en mi banda, pero la falsa modestia es el veneno de la juventud, no te permite expresar tu potencial. Vivo para contagiar a los demás: mi sueño es ser un despertador, un shot de energía. Cuando vos estás seguro y otro ve tu seguridad, no importa para qué la utilice pero ya hay una herramienta ahí, que se puede ver. Porque hay mucho abstractismo: la verdad, la razón, la salud, el amor. ¿Pero dónde está lo tangible? El que se tiene que levantar todos los días para trabajar, el pibe que la pasa como el orto en el colegio porque quiere tocar música, el padre que es criticado por la esposa porque se fue de joda hasta las 5 de la mañana después de estar laburando… No quiero estar en el mundo de los ciegos y ser tuerto. Yo quiero un mundo de gente con los dos ojos abiertos.

Referentes > Su triunvirato local
LUIS ALBERTO SPINETTA: El Flaco fue un gran amigo de Juanse, sociedad cristalizada en música con los covers que uno hizo del otro (Spinetta con los Socios recreó Sucia estrella; los Ratones hicieron una lectura de Me gusta ese tajo) y la colaboración compositiva en Sacrificio japonés, uno de los cortes del último disco paranoico: Daland: «Qué te puedo decir de Spinetta… No soy digno de hablar de él. Recién voy a poder cuando haga algo parecido a lo que hizo, pero no creo que lo logre porque no voy a copiarle el estilo. Es un animal, un genio, un superdotado, un extremista de lo magnífico. Es luz, ciento cincuenta mil bics prendidos». Y suma un comentario a las cuestiones sanguíneas: «De Dante también se habló mucho sobre si era ‘el hijo de’, pero los cagó a todos porque tiene un talento increíble. Podría ser Prince, si quisiera».

CHARLY GARCÍA: Hace un mes, charly presentó Vinylo e invitó a Daland para que fuera el maestro de ceremonias. «Yo soy la generación iPod y mi fanatismo por el vinilo no se reprime ante la posibilidad de tener un iPod. Me parece genial que Charly reinvindique al vinilo: cuando todos eran vintage, él era el futuro; ahora que son todos el futuro, él es vintage. Su mensaje hacia nosotros es el alto modernismo y más allá de ser un gran artista, su actitud es de despertador. Me dejó de cara que me haya invitado a la presentación del disco. Lo conozco desde chico y siempre que nos vemos, colgamos con los Beatles. Se sabe todas las letras, se sabe las armonías, contamos anécdotas. Cada momento que yo tuve la oportunidad de vivir al lado de él, fue revelador. Es un sujeto… alucinante, es Charly García: cada letra de su nombre, lo vale».

JUANSE GUTIERREZ: El padre, un tema que no es tabú pero a veces, ¿prefiere esquivar? «No, no lo evado. Estoy muy orgulloso de él, lo amo, me regaló el primer vinilo de los Pistols… y esa es la razón por la cual las peleas nunca se van al carajo (se ríe). Creo que tengo el potencial ilimitado para ser quien quiera sin jactarme todo el tiempo de ser ‘el hijo de’. Hay una influencia paterna, pasamos miles de momentos felices, miles de terremotos y estoy eternamente agradecido a la vida por la familia que tengo. El es un muy buen guitarrista, pero yo toco Zeppelin desde los diez años, nunca tuvimos una concordancia musical: yo estoy en mi cuarto con el Orange al palo, pegando unos gritos re zarpados, y él en el living, tranqui, con la acústica. Y los golpes que podamos recibir, no nos van a afectar porque estamos seguros de nosotros».

Budapest (2013) > Sexual, eléctrico, violento: el debut de La Armada Cósmica es un refrescante escupitajo contra la inercia, saca fotos post-adolescentes y evidencia influencias desde la tapa, con trazos de Brian Cannon, primer DG de Oasis.