Viejas Locas en Vélez: El manifiesto desastre

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(Publicado en El Acople, 15 de noviembre de 2009)

Volvió Viejas Locas con un olvidable y extendido concierto, en Vélez. El ingreso al estadio fue accidentado debido a la represión policial. 40 detenidos, heridos y mucha gente caliente.

Los alrededores del estadio de Vélez eran puro caos, sí. Crónica, C5N y TN decían la verdad. Las vecinas de la avenida Juan B. Justo, también. Los pibes que fueron para allá, para ver un recital de rock, pensaban lo mismo, pero miraban las cosas desde otro lado; desde adentro, siendo carne de cañón de un buen puñado de cabezas de tortuga, caballos y camiones hidrantes, comandados por hielasangres. Y realmente helaba la sangre ver a uno de esos policías riéndose, con un palo de goma entre sus manos, antes de soltarlo contra la cabeza de alguno.

¿Qué pasó adentro? Algo acorde al desastre de la entrada. Una banda desprolija, que no ensayó lo suficiente, que le permitió demasiado a su líder (¿le dieron el alta antes de tiempo?), quien cantó poco y revoleó mucho: guitarras, micrófonos, zapatillas, remeras, golosinas, rosas y frases raciales entre graciosas y peligrosas:“Odio a los chinos, son la raza down de los asiáticos” (?), “Que se vayan de acá los rolingas; en una época nos sirvieron, ahora ya no” y diferentes teorías sobre los negros y los blancos, con García López soleando a lo Hendrix sobre el escenario.

Cerca de las once de la noche, el primer tema que sonó (luego de una larga introducción con videos de Elvis Presley, Los Plateros, Rolling Stones, Jackson 5y Roger Waters) fue “Intoxicado”, que lo remataron con un imponente arsenal de fuegos artificiales, que estallaron contra el cielo como si fuera Navidad. Eso hacía suponer que a continuación vendría un recital memorable, acorde a la historia de un grupo que es y fue banda sonora de adolescentes (hoy adultos) que se acercaron al rock en la segunda mitad de los 90. Viejas Locas es la bandera de la vertiente más renegada y callejera de nuestra música popular, lo que quedó demostrado la noche del sábado, con esa multitud expectante, feliz, fisurada.

Esa alegría se fue transformando en decepción, porque si bien la lista de canciones recorrió en abundancia la discografía perfecta del grupo (unos 25 temas), las zapadas largas para bancar los cuelgues de Pity (un ejemplo: la versión de “Perra” duró aproximadamente… ¡media hora!), y los incontables baches entre tema y tema, le sacaron potencia y síntesis al concierto de regreso.

Por momentos, la máquina arrancaba -hubo buenas versiones de “Hermanos de sangre”, “Una vez más” y “El árbol de la vida”-, pero el motor ya estaba averiado desde el comienzo. “No se rescataron”, sería lo más atinado y políticamente correcto para definir lo ocurrido el 14 de noviembre. Lo cierto es que casi a las 3 de la madrugada del día 15, cuando sonaban, por fin, los últimos acordes de “Eva”-el tema de cierre-, las palabras eran malas, acentuadas por las caras largas. Esas caras las portaban aquellos que están en el medio de quienes festejan todas las salidas supuestamente ocurrentes de Pity Álvarez (“Jeje, es un limado”) y los que lo demonizan luego de haber leído grandes diarios argentinos o canales de noticias y periodismo independiente (“Es un falopero, está enfermo, no tiene talento, se robó un remis”): los que disfrutan de su arte y salieron decepcionados de Vélez, después de haber visto ese triste espectáculo que ya no quieren ver nunca más.