Stone Temple Pilots en Pepsi Music 2008: Con el último aliento

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(Publicado en El Acople, 17 de octubre de 2008)

Stone Temple Pilots corrió el kilómetro final de la maratón del rock (?) con un Scott Weiland menos frontman que de costumbre. En el precalentamiento, Massacre y Cadena Perpetua. Foto: Cristian Seligmann

Si el miércoles de octubre en que los Pilots tocaron por primera vez en nuestro país hubiese sido en los 90’s –con la banda en la cresta de la ola rockera-, posiblemente la cantidad de gente que se acercó al Club Ciudad de Buenos Aires, sería bastante menor. En la década pasada no era tan común la existencia de estos megaeventos. Tampoco abundaban los celulares, no existían las cámaras digitales, ni estábamos tan paranoicos por nuestra integridad física y la de nuestros objetos. Esa mental burbuja en el tiempo la pinchó un efectivo de “seguridad” que, al entrar al predio, aconsejaba: “Si vas a estar en el medio, ponete la mochila adelante… para que no te afanen, ¿viste?”.

Aunque parezca mentira, Cadena Perpetua es una banda con más de quince años de trayectoria y aún son secreto para el gran público. Con esas credenciales, dieron un buen show que no llegó a la hora, incluyendo canciones como “Te quiero mal”, “Desde el infierno”, “Sobrevivir” y “Dispara”.

Al tiempo en que las últimas luces de un día fresquito se iban apagando, Walas -embutido en una calza rosa y negra- y los Massacre fueron la tan mentada banda ¿sorpresa? Con un buen sonido e interesantes proyecciones como background, pelaron temas de todas las épocas, destacándose en “Juicio a un bailarín”, “Te leo al revés”, “Plan B: anhelo de satisfacción”, “La reina de Marte” y “Mi mami no lo hará”. La perlita fue “Ziggy Stardust”, de David Bowie.

Media hora más tarde de que haya terminado dicho set, tímidamente salió a escena la banda yanqui encargada de ser la frutilla de esta torta de rock. “Big empty” fue la encargada de abrir y en la que los músicos calentaron cuerdas y parches hasta acomodarse. A continuación, “Wicked garden”, “Big bang baby” y “Vasoline” enderezaron la nave y partieron… hasta ahí.

Mucho se habló de la (falta de) salud de Scott Weiland; puntualmente de lo que esto implicó: la suspensión repentina de varias fechas que conformaban una gira por los Estados Unidos. Se especuló con una posible cancelación del show en nuestras pampas, pero se ve que supieron meterlo en un avión y despertarlo para salir a tocar ante veinticinco mil sudacas, que devolvieron el favor con fervor, típico del publicou argentinou. Así y todo, Scottie parecía un tipo común, relajado, tranquilo, sin su habitual costado anfetamínico. El estado de ánimo de la banda era el mismo, bastante menos rockero de lo habitual, con jams extendidas que enfriaron el clima. Una postura algo adusta que uno no espera de estos chicos malos.

Para mejor suerte del set, la laguna no duró demasiado y se fueron despabilando con la vibra de los hits: “Plush”, “Interestate love song”, “Down”, “Sin”, todas juntas y con unas espectaculares animaciones muy noventosas ad-hoc en las pantallas. La gente terminó de encenderse y entregó algo más que la garganta como ofrenda. Antes de este show, hubiese sido difícil imaginar tantos fans de Stone Temple Pilots en este país.

Tras la falsa retirada de rigor, vendrían los bises, que fueron tres (“Sex type thing”, “Dead & bloated”, “Trippin’ on a hole in a paper heart”), aunque lo más llamativo fue el poncho y el sombrero gaucho que lució Weiland. Quizás salir así vestido, hoy por hoy, no representa a la Argentina toda y puede ser tomado como una provocación, una bravuconada marca rockstar. Lo cierto es que posiblemente no tenga la más puta idea del “conflicto del campo”. Y mejor que sea así. El saludo a lo Broadway de los Pilots con “The great gig in the sky” sonando de fondo fue la última postal de otro festival megalómano, edición 2008.