Los Piojos en el Luna Park: Medialuna

piojoa

(Publicado en El Acople, 22 de abril de 2008)

Sin demasiadas sorpresas y con perfil bajo, el pasado lunes Los Piojos le pusieron punto final a un nuevo triplete en el Luna Park, lugar que ya tomaron como propio y en donde prometen seguir tocando.

En los últimos días, las tardes son calurosas en Buenos Aires, propicias para un recital de rock al aire libre. Sin embargo, este fin de semana, Los Piojos optaron por clavar su bandera en la Luna (Park) y colmarla de gente que transpiró la camiseta al compás del tamboril, guitarras, cuerdas, gargantas y cables. Dentro de ese marco, el lunes salieron al escenario pasadas las 9 de la noche, sin más presentaciones que las imágenes alusivas al último disco, Civilización, proyectadas en cuatro pantallas divididas entre sí. Atrás quedó la fastuosa entrada al escenario de River Plate cuando participaron del festival Quilmes Rock. Andrés Ciro Martínez apareció vestido nada más que con una remera y un jean, todo un guiño para el lugar en donde ahora estaban tocando: estaba arreglado de entrecasa y con esas fachas, se largó la fiesta con Chac tu chac.La sensación de que iba a ser un gran cierre para la serie se evaporó cuando continuaron con uno que deberían ser freezado por un tiempo, quizás: “Desde lejos no se ve”. Lo mismo pasa con otros temas que, por más lindos que sean, a veces le restan a un recital. Tal es el caso de Tan solo, Babilonia, Ruleta, Vine hasta aquí o Agua.

Ciro se mostró menos locuaz que de costumbre y tampoco se lo notó demasiado bailarín. En piloto automático, se atrevió a enganchar fragmentos de Sympathy for the devil y Hey Jude sobre el final de Siempre bajando, rescate emotivo de un viejo hit de tribu piojosa. Antes había sonado un delicioso lento llamado A veces, muy festejado por el estadio completo.

El mismísimo frontman es un buen tipo y cede su protagonismo absoluto. Tras dejarle el micrófono a Micky Rodríguez para que entonara sus dos composiciones –Fijate y el festejado Un buen día– y al virtuoso tecladista Chucky de Ípola, quién introdujo las primeras estrofas de Ruleta, llamó al escenario a Fernando Ruiz Díaz. El líder de Catupecu Machu le puso voz y guitarra a una interesante versión Morella, tema que normalmente hacen con Ricardo Mollo. Casi sobre los bises, los invitados fueron el Mono y Maikel, cantante y guitarrista de Kapanga, respectivamente. Los mismos acompañaron en Verano del 92 y… ¿quién mejor que ellos para aparecer en un tema que habla del faso?

Por último, se dio un invitado inesperado: un tal Omar de Villa Ortúzar, quién fue elegido de entre las cinco mil personas presentes por la banda, para hacerles la segunda con la guitarra en Bicho de ciudad. Seguramente le costó dormir; había cumplido el sueño del pibe con ese regalo anticipado del Día del niño. Ya no le quedaba demasiado al show cuando se oyeron los acordes de Cruel. Solo restaba la clásica lectura de banderas, cada vez más reducida, mientras de fondo sonaba Buenos días, Palomar, del último disco. Una vez concluido, se podían ver miles de remeras empapadas con algunas caras felices y otras no tanto. Estos afirmaban que “el sábado estuvo mejor” y les creo. Seguramente es muy difícil conformar a un público tan grande como lo es el de Los Piojos, pero es común que las bandas nacionales sufran del «síndrome de la lista». Teniendo tantos temas editados y tantos que no tocan hace añares, ¿por qué no variar?

Alguno pensará que tal vez la banda ensaya poco y por eso no sustituyen a aquellos que suenan obligatoriamente hace tiempo. Y quizás esto pueda ser sustentado con más de un pifie que se dio durante la noche del lunes. Quedará para un futuro análisis. Mientras, la banda invita a los piojosos a Rosario, a principios de mayo.